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  • Foto del escritorYesid Gutiérrez

Los retos de una joven promesa del deporte cordobés


En Montería, Córdoba, nació, entre hombres, una mujer con un talento innato para practicar un deporte, aquel que, para muchos, en medio de una sociedad costeña machista en algunos sentidos, es solo posible encontrar en los hombres: el fútbol.


Su nombre es Corina Andrea Arroyo Riveros, desde niña, en un hogar humilde ubicado en el barrio El Alivio de Montería, veía como sus amigos y familiares movían el balón de un lado para el otro, disputando, improvisadamente, con arcos de piedra y diferenciándose del equipo rival con camiseta o sin esta, un partido de antaño en donde, además de tener la consigna de divertirse entre todos, también nacían nuevos talentos del balompié nacional.


Así comenzó a florecer, desde los 13 años, ese vínculo con el fútbol de esta guerrera, quien se codeaba de tú a tú con los hombres del barrio y los dejaba asombrados con su desenvolvimiento en la cancha y su esmero por luchar cada balón, algo utópico para muchos del género masculino que solo piensan que el fútbol es un deporte para hombres.


Los días fueron pasando y Corina demostraba su pasión por el fútbol, las novelas no eran su pasatiempo favorito, pues transformaba la infancia de una niña que añora las muñecas y los cuentos de hadas, a una que agarra la pelota y se pone a ver en su pequeño televisor al Barcelona o al América de Cali. Esto, a pesar de que muchos la miraban de forma extraña por su particular gusto.


Pese a eso, a base de disciplina, sacrificio y constancia, como ella misma lo resalta, logró superar todas las barreras y tabúes existentes en el fútbol femenino desde la escuela, ya que siempre esperaba los momentos de esparcimiento para jugar a ese deporte, y fue así como tiempo después se formó en una Escuela de Fútbol Femenino de Montelíbano, llamada Alianza Sur. Desde ese momento, su sueño desde niña comenzaba a tomar forma, sin embargo, las dificultades eran latentes, a veces no tenía para el transporte y muchas veces se encontraba desesperanzada por el poco apoyo recibido por parte del Estado.



Aun así, como lo hacía desde su posición en la mitad de la cancha, corriendo y luchando, siendo casi imposible quitarle el balón, también fue imposible quitarle su sueño y las ayudas de empresas como Cerro Matoso fueron llegando poco a poco. De esta manera, al menos ya contaba con los implementos necesarios para poner en práctica el deporte de sus amores.


Fue así como logró participar en varios torneos departamentales, aun cuando el fútbol femenino no se encontraba en auge y existían brechas sociales, incluso discriminación. Pero a pesar de todo, Corina insistió y logró entrar a la preselección Córdoba femenina en aquel 2012 a sus 15 años; toda una cachetada a una realidad cruel, que trataba siempre de tumbarle los sueños a las chicas con ganas de salir adelante en el fútbol.


Tras esa incursión, tuvo un paso importante en la Escuela de Fútbol de la Institución Educativa Belén, en el municipio de Montelíbano, Córdoba, donde, durante cuatro años consecutivos, consiguió, junto a su equipo, los campeonatos regionales.


Ya comenzaba a destacarse entre tantas, quizá no tenía el mejor talento, del cual pueden sentirse privilegiados jugadores como Messi y Ronaldinho, pero sí tenía algo muy importante en cualquier deporte: las ganas, la pasión y el sacrificio en el terreno de juego. De esta manera logró ser dos veces consecutivas medalla de bronce en los juegos Supérate Nacional, trazando un triunfo más, ya no ante equipos de Córdoba, sino de toda Colombia.


Los días iban pasando, y a pesar de todos los sacrificios y necesidades, ejemplo de muchos deportistas que salen adelante con las uñas, Corina se mantenía enfocada en su objetivo: ser convocada a la Selección Colombia Femenina Sub-17, y, tras un paso por la Selección Córdoba, dicho sueño estaba cerca de convertirse en realidad, ya que fue vista por el técnico y el preparador físico del combinado tricolor.


La emoción irradiaba su ser y solo pensaba en una cosa: jugar bien al fútbol, pues con ello lograría destacarse en el amplio grupo y así sería referenciada, cosa que logró, y en el 2013 se le dio la oportunidad de su vida, ser parte de la Selección Colombia Sub-17, un sueño que era inalcanzable cuando jugaba descalza en plena arena y con “bola e’ trapo”, aquel que nunca pensó lograr por los pocos recursos con los que contaba.


Su rostro se llena de nostalgia al recordar esos momentos, pues, en aquel entonces, ese era el mayor logro de una mujer que se dedicaba al fútbol, debido a que en ese momento no existía la Liga Águila Femenina. Pero todo no era color de rosa, después de tan enriquecedora experiencia, llena de anécdotas, fútbol y alegrías, Corina tendría que volver a la realidad, aquella en donde tenía que pensar en su futuro, futuro que no se encontraba en el fútbol, pues no era remunerada su ardua labor. Fue así como decidió estudiar Licenciatura en Educación Física en la Universidad de Córdoba, con la finalidad de sacar adelante a su familia, eso sí, sin desligarse de su deporte favorito.


Hoy por hoy se encuentra jugando en las canchas de su Universidad, ayuda a las jóvenes que quieren ser futbolistas.


No deja atrás su sueño de triunfar en el deporte, ya que, con sus 21 años, piensa que tiene mucho por dar y aportarle a la sociedad cordobesa, así que nunca ha dejado de entrenar, jugar, sonreír y tocar el balón como aquella vez cuando tenía tan solo 13 años.


Sus vivencias le han dado más fuerza para culminar su carrera y lograr enseñarle a los demás lo que ha aprendido dentro y fuera de las canchas, así como también dentro y fuera de las aulas, siendo entrenadora en Tacasuán de la Escuela de Iniciación Deportiva en el fútbol femenino, demostrando trabajo por su ciudad y su región, con la consigna de no querer que a las nuevas generaciones les toque pasar por lo que ella pasó.


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